John Moir Organero en Chile 

 

Postscriptum[1].

 

La campaña iniciada en contra de John Moir ha sido continuada en mi contra y en contra de mis hermanos Patricio y Sergio que trabajan conmigo. El presbítero Damián Acuña, Deán de la Catedral de Santiago, al rehusar pagarle el 50% que nos adeudaba (y nos adeuda aún) por el inventario realizado al órgano Flight de la Catedral en Julio de 2002, le dijo textualmente a mi hermano Patricio: “Su hermano (Luis) jamás hizo estudios de organero en la fábrica Gonzalez. Lo único que el hizo fue irse a pasear por Europa durante el tiempo que estuvo fuera de Chile”. Semejantes afirmaciones hicieron Mauricio Infante y María Elena Troncoso en dependencias de la catedral de Santiago.

Posteriormente, con ocasión de la conferencia del organero inglés que visitó el órgano Flight de la Catedral de Santiago hace algunos años atrás, mi hermano Patricio debió soportar acusaciones de Don Mauricio Infante y de su esposa María Elena Troncoso, quienes nos tildaban de “robo de tubos y de fraude a los curas” (“Perdónales Señor, porque no saben lo que dicen”). Es mas, al solicitar tocar el Órgano llamado “de Calera de Tango” en mi viaje de Diciembre 2003 a Chile, uno de los sacristanes dijo por el walkie-talkie a otro sacristán algo que pude escuchar perfectamente: “Ah!, Luis González: Ese es el mas peligroso de todos”.

En relación con la afirmación del Señor Damián Acuña, (pro tempore) Deán de la Catedral de Santiago, poseo tres certificados de mi permanencia como aprendiz de organería en las dos fábricas a las que siempre he aludido, Gonzalez/Danion y Koenig. Dichos certificados están escritos  en francés y firmados respectivamente por Georges Danion, Jean-Marc Cicchero e Yves Koenig. En el primero de ellos se lee (mi traducción) lo siguiente:

“Yo, el abajo firmante Georges Danion, Presidente - Director General de los

Establecimientos Gonzalez, certifico que el señor Gonzalez Catalan Luis Raul está empleado

en mis talleres de Brunoy en condición de aprendiz de organero” (Firma).

 

El segundo documento dice:

“Yo el abajo firmante Jean Marc Cicchero doy testimonio de lo siguiente: Cuando me

desempeñaba como agent de maitrise y harmoniste de la manufactura de órgano

GONZALEZ ubicada en Brunoy y Rambervillers, tuve bajo mi responsabilidad a dos

becarios chilenos, a saber Luis González y Celso Acuña. Ellos llegaron a la empresa el 16 de

Octubre de 1972 y trabajaron allí hasta el 13 de Julio de 1973. También estuvieron bajo la

responsabilidad de otro harmoniste en la persona de Jacques Bertrand[2].

 

Conmigo, ellos realizaron los siguientes trabajos; París, Iglesia Saint Pierre du Gros  Caillou; Palacio de Versalles, Órgano del Delfín; París, Iglesia St. Merry; Gagny, Iglesia de; París, iglesia Notre Dame de la Croix; París, Oratorio del Louvre.

Además realizaron una cantidad importante de trabajos de mantención (de órganos) en toda Francia. Para que sirva en justicia a quien corresponda”. (Firma) Jean Marc Cicchero. (Acompaña fotocopias de foto y pasaporte).

 

El tercer documento, es del Maestro Organero Yves Koenig, quien escribe lo siguiente:

 

“CERTIFICADO. Yo, el abajo firmante Yves Koenig, P(residente) - D(irector) G(eneral) de la empresa Koenig Organeros, S.A. certifico que:

A comienzos del año 1973, fui contactado por el CROUS* para tomar como aprendices a dos jóvenes chilenos con la finalidad de enseñarles a restaurar órganos. Se trataba de los señores Celso Acuña y Luis González. Luis González permaneció en nuestra empresa durante dos años, en el curso de los cuales él aprendió el oficio y restauró los siguientes órganos:

Urmatt: órgano Stiehr de 1860 para el que participó en el montaje y la armonización (de los tubos);

Mont Ste. Odile: órgano de tres teclados y 25 registros. Desmontaje y re-montaje total, re-armonización parcial y afinación general.

Brouderdorf: órgano de 2 teclados y 16 registros. Desmontaje y re-montaje, armonización y afinación del órgano;

Lorris, órgano de 1501. Estudio e investigación de las mensuras en los órganos antiguos.

Ámsterdam Vrije Universiteit: Órgano nuevo de 4 teclados y 39 registros. Armonización. Visita y estudio de otros órganos antiguos.

Se otorga este certificado para hacer valer lo que es justo.”

(Firma) Yves Koenig.” Acompaña fotocopias de foto y pasaporte.

* CROUS: Centre Régional des Oeuvres Universitaires et Scolaires.

 

 Estos certificados (n.d.r: cuyas fotocopias se adjuntan aquí: Koenig, facteurs d'orgues,  J.M. Ciccero   Gonzalez, Societe Anonyme) demuestran que el tiempo pasado en Europa en la década del setenta lo empleé para aquello para lo que me fue otorgada la beca del gobierno francés: Aprender restauración de órganos. Tengo además certificados de competencia profesional emanados de los responsables de los instrumentos que reparé en Alemania y Suiza posteriormente, y de casi todos los órganos que hemos reparado y re-inaugurado en Chile junto a mis hermanos. En consecuencia, el Sr. Deán de la Catedral falta a la verdad al afirmar que me dediqué a pasear por Europa (cosa por lo demás imposible porque siempre he sido “pobre de solemnidad” como escribió la periodista Teresa Donoso Loero en El Mercurio), y no he tenido dinero para turistear, o cuando afirma que yo nunca haya estudiado organería. Lo cierto es que esa mentira le resulta muy conveniente para justificar la injusticia que comete al no pagar lo que adeuda.

En cuanto a la poco cristiana afirmación del Sr. Mauricio Infante y de su esposa María Elena Troncoso de Infante que afirman que los Hermanos González se dedican al robo de tubos y a engañar a los curas, les rogaría que se atrevieran a presentar una denuncia ante un tribunal competente a fin de que procuren demostrar lo que afirman puesto que no se puede acusar a alguien de ladrón sin aportar pruebas.

 

En relación al hipotético origen de todas estas afirmaciones en mi contra, presento un ejemplo perfecto de maledicencia, y llevándolo ad absurdum en mi defensa:

Don Guillermo Marchant, Musicólogo y Magíster de la Universidad de Chile, afirmó lo siguiente en Alsacia en Mayo de 2005, en presencia de Don Franco Bonino, quien me lo refirió: “Que Luis González había robado un registro completo de tubos del órgano Cavaillé-Coll del Colegio de los Padres Franceses de Valparaíso, registro llamado Clairon de cuatro pies, de 54 tubos. González procedió a montarlos después en el órgano Oreste Carlini del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes de los Padres Redentoristas de Agua Santa, Viña del Mar.”

Recientemente, y en relación con esto, el organista Eduardo Iván Alcayaga Castro me envió una carta el 14 de Julio de 2006 en la que me ha transmitido lo siguiente:

 “En la reunión ocurrida el día 15 de Junio de 2006, que contó con la presencia del padre Martin Kinestein, del señor Carlos Valdebenito y mi persona… Valdebenito mencionó que fue el señor Marchant quien le dijo que, en 1978, Luis robó esos tubos de ese órgano de los SSCC de Valpo.”.

         Asumiendo la veracidad de esta infame y calumniosa afirmación, que niego de la manera más categórica, habría que considerar lo siguiente desde la perspectiva de los sacerdotes:

1. Si los tubos en cuestión fueron re-instalados en otro órgano no se trataría ni de  robo ni de hurto, puesto que para realizar dicha acción se requiere del permiso de las partes.

2. Los sacerdotes afectados, la Congregación de los Padres Franceses de  Valparaíso, nunca han notificado la desaparición de los tubos mencionados ni han iniciado acciones legales por la presunta desaparición de tubos en su instrumento.

3. Los sacerdotes beneficiados con la hipotética instalación de tubos, los Padres Redentoristas del Santuario de Agua Santa, jamás me contrataron para realizar dicho trabajo ni me han pagado honorarios por los trabajos de instalación de un registro proveniente de otro órgano, material presuntamente “robado” además.

4. Jamás trabajé en el órgano Carlini de Agua Santa, limitándome solo a tocar el concierto inaugural, en cuyo programa impreso figuran los siguientes colaboradores de Moir: Manuel Barra (cuñado de Moir), Raúl González (sobrino del anterior), Raúl Solís y Jorge Mario Baeza.

5. Si los Padres Redentoristas hubieran aceptado la instalación de un registro proveniente de otro órgano, supuestamente robado, se transformarían en cómplices de la sustracción de tubos que el Sr. Marchant afirma, al no verificar el origen de los mismos, o al no solicitar la autorización respectiva de sus legítimos propietarios.

6. Por último, el señor Jorge Mario Baeza, organista titular del órgano Carlini de Agua Santa en esos años, nunca ha mencionado la instalación de un registro nuevo en ese instrumento.

7. Por último, yo nunca he robado ni hurtado cosa alguna de las iglesias en que he trabajado.

        

Desde el punto de vista del organero, habría que considerar lo siguiente:

1. El organero debe contar con una doble autorización para realizar la tarea de trasladar tubos de una iglesia a otra: Una necesaria para proceder a desmontar la tubería del órgano en que ésta se encuentra, y otra para proceder a reinstalarla en el órgano de destino, toda vez que no puede llegar y entrar en las iglesias sin permiso. Además, ha de ser previamente contratado para realizar el trabajo.

2. Trasladar 54 tubos de lengüeta es tarea pesada y casi imposible de realizar solo, porque

a) Los tubos, de plomo y estaño, deben ser embalados cuidadosamente para que no sufran abolladuras, evitando que tengan contacto entre sí.

b) Puesto que el tubo más largo mide aproximadamente un metro y medio y el más pequeño unos 15 centímetros, ambos considerados en su máxima extensión con el pie incluido, implica varios viajes al lugar de destino, entre el organero y al menos un ayudante. El peso es considerable; además hay que fabricar cajas para colocar los tubos.

 

Hemos de considerar además lo siguiente:

1. Que los Padres Franceses no se percataran de que les estaban sacando tubos del órgano de su iglesia es extremadamente difícil de imaginar.

2. Que los Padres Redentoristas no se dieran cuenta de que estaban entrando tubos ajenos a la iglesia de su convento, y de que además los estuvieran instalando en el órgano de la iglesia, es asimismo inconcebible.

3. Que un organero realizara dichos trabajos sin remuneración lo es aún más. El trabajo del organero requeriría muchas horas de ardua labor ya que consistiría en adaptar los tubos al falso-somier del instrumento en cuestión, suponiendo que lo hubiera, o en fabricar uno nuevo. Habría además que fabricar las amarras correspondientes para evitar que los resonadores grandes de los tubos se doblen. Por último, tendría que revisar la entonación de los tubos y afinarlos. Por último, algunas preguntas: ¿Con qué fin se hizo ese trabajo? ¿Quién los autorizó? ¿Cuánto pagaron por ello?

Le corresponde ahora a Magíster Marchant demostrar cómo tuvo lugar el “robo de tubos” que me atribuye.

 

Toda esa majadería de un sistemático “robo de tubos de órgano” en Chile es una historia antigua, que no resiste un análisis lógico. Mientras me encontraba en Francia en 1973, acusaron a John Moir de robarle tubos al órgano Walcker de la Antigua Iglesia de Las Agustinas. La verdad es muy diferente: A fines de Septiembre de 1972, Moir y yo, a pedido del R.P. Julio Reynaldo Langebach, Sacristán Mayor de la Iglesia Catedral de Santiago, procedimos a devolver a la Catedral los tubos que yo mismo, entonces organista de esa iglesia Catedral de Santiago, había conseguido en préstamo para acomodar mejor el órgano Walcker mencionado para la realización de los conciertos de la Asociación de Organistas y Clavecinistas de Chile, de la que yo era presidente fundador[3]. Creo haber demostrado en “John Moir, Organero en Chile”, publicado en www.clr.cl, que él, lejos de robarles los tubos, le aportó una suma considerable ellos a los órganos en que trabajó. En Chile no existe un mercado propicio para negociar la venta de tubos, excepto si estos son fundidos, como fue el caso del órgano Schuyvels mencionado en el artículo sobre Moir, instrumento de la Congregación del Sagrado Corazón en la iglesia de calle Portugal de Santiago, que fue a parar a Talagante a raíz de la demolición del templo que lo albergaba. Es además impensable que los sacerdotes que contratan a un organero para reparar el instrumento a su cargo se dediquen a comprar tubos robados. Los tubos no sirven otra finalidad que la de “sonar” en un instrumento, así sea éste un organillo, en caso de ser adaptables a él. Si alguien, por alguna razón especial, traslada tubos de un instrumento a otro, no comete robo ni comete hurto. Lo que hace es realizar simplemente un “enroque” autorizado, el que sería censurable si no contara con la debida autorización.

Invito cordialmente a quien quiera acusarme de “robo de tubos” a que lo demuestre. Así como yo siempre pongo una cláusula al final de los contratos que firmo al reparar órganos, según la cual “ambas partes se someten a la jurisdicción de los tribunales competentes”, también me someto yo al escrutinio de la justicia para que se demuestre la culpabilidad que se me achaca (a espaldas mías, de más está decirlo, y mientras estoy estudiando mi doctorado en Filosofía de Bellas Artes en Estados Unidos).

Señalaré a continuación algunos ejemplos que conozco de tubos que faltan en varios instrumentos. Por de pronto como ya le he indicado en el artículo sobre Moir, desaparecieron varios tubos nuevos, provenientes de Alemania, que venían destinados a los órganos de las iglesias de San Francisco y de San Ignacio de Santiago. Al ser encontradas las cajas abiertas, e inventariarse los tubos, constatándose la desaparición de algunos de ellos, se atribuyó la sustracción a obreros del POJ que trabajaban en reparaciones de techumbre de los referidos templos. Dichos tubos fueron probablemente vendidos por quienes los tomaron para ser fundidos. La firma Laukhuff fabricó los tubos faltantes que la iglesia San Ignacio encargó por medio mío, pero la iglesia de San Francisco nunca ha solicitado los que les faltan, sin duda por falta de medios económicos.

En cuanto a tubos desaparecidos de órganos de Chile, puedo señalar lo que el ahora presbítero José Antonio Rodríguez me manifestó, cuando visitamos los restos de un órgano (probablemente italiano, ¿instrumento de Bergasconi?) que poseía la Parroquia de Renca y que provenía sin duda de alguna iglesia de Santiago: “Que a ese órgano le habían robado los tubos metálicos al órgano para transformarlos en bajadas de agua para las casas vecinas a la Parroquia. Nunca he podido pude verificar esa información.

Por otra parte, sabemos objetivamente que, de los tres registros de lengüeta que tenía el órgano Cavaillé-Coll de la iglesia San Ignacio, construido en 1874 (Basson 16’, Trompette 8’, Voix Humaine 8’) solo quedan 17 de los 168 tubos originales. Se ignora qué destino le dio el organero de la década del treinta a  esos tubos, asumiendo que no estaban siniestrados. Sabemos, sin embargo, que el órgano de la iglesia de Agua Santa antes mencionada, tenía, al momento de ser iniciada la transformación de Moir un registro de Trompeta de ocho pies “a la francesa” en el segundo teclado, presumiblemente construido en los talleres de Cavaillé-Coll (vimos con John las iniciales C.-C. en el primer tubo). Encontrar un registro francés en ese instrumento fue una cosa extraña puesto que todo el material restante provenía de Laukhuff. “¿Sería esta la Trompette 8’ que tenía el órgano de San Ignacio?” nos preguntábamos con Moir.

Sé objetivamente que desapareció un registro de Trompeta de ocho pies del órgano Stiehr de la Recoleta Dominica, lo que es demostrable por fotos tomadas por mi hermano Patricio. Al pedírsenos, por segunda vez, un presupuesto para restaurar el instrumento, apliqué mi lema: “Fotos antes, durante, y después de los trabajos”. Fue al realizar el segundo escrutinio del instrumento que noté la ausencia de ese registro. El primer proyecto fue rechazado en beneficio del que propuso el Sr. Alfredo Contreras. Este extraordinario instrumento, por lo que sé, nunca ha sido re-inaugurado.

De los órganos de la parroquia San Saturnino de Santiago y del templo de San Agustín (del Convento de Nuestra Señora de Guadalupe) de San Fernando, ya no quedan tubos metálicos. Visitamos con mis hermanos el de San Saturnino al día siguiente del terremoto de Marzo de 1985, y ofrecimos nuestro trabajo voluntario para desmontar y embalar cuidadosamente sus componentes a fin de prevenir daños posteriores. Dicha ayuda fue rechazada por el párroco. El órgano de los Padres Agustinos de San Fernando lo visitamos con mi hermano Patricio el 31 de Enero de 1991. El inventario que realizamos arrojó un resultado de 358 tubos, entre metálicos y de madera. Mi hermano me informa que lo visitó nuevamente hace menos de un año, y que solo quedaban los tubos de madera.

Nada puedo decir de lo que haya ocurrido durante mis ausencias del país (1970-71; 1994- 2001; 2002-2007). Puedo afirmar que yo doné un registro de Trompeta de 8 pies, registro que me fue regalado por Yves Koenig, al órgano Morettini de San Agustín, para reemplazar el registro homónimo (pero identificado como Euphone 8’ en la consola) del tercer teclado del que faltaban los resonadores. Asimismo, instalamos en el segundo teclado de ese órgano la Flauta Armónica de 8 pies proveniente del órgano Carlini del Monasterio Benedictino de Las Condes. Nadie supo explicarnos desde cuando faltaban esos dos registros en ese órgano, el que había dejado de funcionar mucho tiempo antes.

Esas instalaciones fueron posibles porque el Padre Raúl Feres nos regaló los restos del siniestrado órgano Walcker Opus 2132 de 24 registros, construido el año 1926, que poseía la capilla del Liceo Alemán de los Padres del Verbo Divino (declarada Monumento Histórico y posteriormente demolida), instrumento que fue donado al Templo Votivo de Maipú. De ese instrumento salieron los registros de agudo - Flauta de dos pies, Sesquialtera II, y dos hileras de Mixtura - que instalamos en el Monasterio Benedictino de Las Condes, a cambio de los muy repetidos registros de ocho pies.

Se benefició asimismo el órgano de los Padres Benedictinos de Lliu-Lliu que tenía sus registros de Gamba y Voix Celeste terriblemente dañados. Del mismo modo que nosotros regalábamos lo que nos regalaron,  nosotros recibíamos lo que sobraba después de las reformas tonales, para instalarlos en instrumentos que lo necesitaban. Puedo afirmar que todos los órganos en que hemos trabajado estaban completos hasta el último tubo en el momento de ser entregados. La excepción (que confirma la regla) es la que he manifestado anteriormente en relación con el órgano de San Francisco de Alameda en Santiago, en que aún está sin instalar el registro unificado de lengüeta de la pedalera, ya que faltaban tubos al sernos confiada su terminación. Si bien es cierto que en el órgano de San Ignacio parecieran faltar tubos adicionales de las super-octavas, cuando realizamos los trabajos esos tubos nunca los encontramos para su instalación (en mi opinión esas octavas adicionales pasaron a ser innecesarias ahora que el órgano tiene suficiente agudo). Por último, fiel a otro principio que siempre digo a los sacerdotes “Lo único que no puedo arreglar en los órganos es aquello que no está”, he propuesto en varias ocasiones a las iglesias que donen los materiales restantes a aquellas iglesias cuyos órganos necesiten repuestos, con la finalidad de completarlos. Tal fue el caso de la consola del órgano Schuyvels antes mencionado que fue regalada, a instancias mías, a la iglesia Catedral de Punta Arenas.

         En relación con el órgano, aparentemente Forster and Andrews, de la Iglesia Presbiteriana de la calle Santo Domingo de Santiago, y del órgano de origen italiano de la Catedral de San Felipe, nada puedo decir porque no ha sido posible recabar información sobre quienes trabajaron en ellos.

En cuanto a los órganos de la Quinta Región poco es lo que puedo aportar, toda vez que esa zona del país tuvo como organero al Sr. Mauricio Pergellier, actualmente residente en Austria, quien, al menos, trabajó en dos órganos Forster and Andrews de la zona, los de la Union Church de Viña del Mar y la  Iglesia Presbiteriana cercana a la Plaza Victoria de Valparaíso. Pergellier realizó además el traslado del  órgano Cavaillé-Coll de la Catedral de Valparaíso al Santuario de lo Vásquez. Es conocida la presencia del al menos dos organeros activos en la región, los señores Ramón Sernuda y Carlos Valdebenito. En cuanto a los órganos Carlini de la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Quilpué y de la Parroquia de Nuestra Señora de Dolores de Viña del Mar, y al instrumento Weigle de las Religiosas de Santa Marta, restaurados por nosotros, estaban completos en su dotación de tubos la última vez que los toqué en el concierto de  ser entrega de los trabajos de refacción de los mismos. Todos los órganos restaurados por los hermanos González han sido entregados con multitudinarios conciertos y excelentes críticas publicadas de los medios de difusión.

                                                                                                              Luis González Catalán, Licenciado en Artes Musicales,

Magíster en Artes Musicales,

Candidato al Doctorado en Filosofía de Bellas Artes.

 

Lubbock, Texas, 7 de Marzo de 2007 (Revisión 22 de Noviembre de 2007).

 

P.D. En carta enviada desde USA el 14 de Julio de 2006, Eduardo Alcayaga me menciona además lo siguiente:

Cuarto, (Valdebenito) afirmó que la tubería instalada en el órgano de la residencia del Dr. Carlos Lauterbach podría provenir de tubos robados por Luis González siendo que fue González quien instaló ese instrumento”.

        A esta afirmación, el Dr. Carlos Lauterbach Rotach me repuso lo siguiente en Enero de 2007: 
                "... lo que pasa es que esa es la reacción típica de una persona mediocre; si ese personaje, a quién no recuerdo haber visto, así lo piensa, que proceda a demandar en lugar de suponer; si después de eso el juez me solicita antecedentes acerca de la procedencia de los tubos, estaré más que gustoso de hacerle llegar los registros de importación y otros documentos referentes al origen de cada uno de los tubos del órgano al que se refiere ..."[4].



[1] Este postscriptum es un añadido al artículo ¨John Moir Organero en Chile¨publicado en el sitio www.clr.cl

[2] Con Jacques Bertrand trabajé además en el órgano del Chateau de Venevelles, propiedad de Norbert Dufourcq, y en el órgano de Saint Gervais de Paris. Juntos visitamos los órganos del Prytanée Militaire de la Flèche (afinación de registros de lengüeta) y de la Catedral San Patricio du Mans.

 

[3] En carta fechada el 22 de Noviembre de 1972, John Moir manifiesta a la Comisión de Arte Sagrado que los tubos que la iglesia Catedral había prestado a la Antigua Iglesia de Las Agustinas han sido devueltos.

[4] Carta del Dr. Carlos Lauterbach Rotach el 12 de Enero de 2007 al autor de estas líneas.